Lunes por la (madrugada) tarde

Lunes, comienza otra semana de ocio y se acerca el tremendo fin de 2009 (tan ansiado por mí).

Tengo ganas de escribir, pero no sé qué.
Antes, cuando sólo tenía mi otro blog, escribía delirios, me liberaba más... ahora eso sólo puedo hacerlo en papel, no sé por qué pero la verguenza que nunca tuve a la hora de escribir surgió cuando creé este blog, que tiene el propósito de liberarme y permitirme plasmar todo cual diario íntimo aunque no a tal profundidad.
Creo fehacientemente que somos lo que leemos, soy lo que leí y sobre todo lo que me queda por leer. Una vez me dijeron que el que va a estudiar la carrera que yo estoy a punto de empezar (aunque todavía me queda el cbc) no puede ser escritor... algo así como "el que mucho abarca poco aprieta", y con la comparación de mi carrera y mi ansiada profesión, equipararon a un licenciado en Letras con un ginecólogo, siendo entonces el ginecólogo malo para las relaciones sexuales y el otro un mal escritor. A eso le respondí que algunos fueron buenas parejas, otros lo son y otros, como yo, lo seremos. La cuestión no es contar eso en particular sino preguntarme a mí ¿por qué entonces, estoy temerosa de escribir?

La consigna libre nunca fue mi problema, agarrar la lapicera (o ahora el teclado) me resulta de lo más placentero, pero ahora hace un tiempo que, tal vez por problemas que tengo en la mochila, me cuesta leer tanto y me cuesta escribir sin una consigna fijada por otra persona. Se me ocurre que puede ser miedo, Galeano escribió sobre un ser que, al tener libertad, prefirió quedarse en su jaula. Pero tampoco me siento meramente identificada con eso, no tengo miedo a escribir, tal vez siempre es el mismo miedo a crecer o a alguna de esas cosas cuyas causas desconozco, no como a sus consecuencias. Miedo a volar, sí, eso es. Miedo a que mis ideas no gusten, incluso sabiendo que no tienen por qué hacerlo. Temor a perderlo todo, aunque soy tan jóven que todavía no sé cuál es mi todo. Mi hermano, en Noche "buena" me dijo: "podés hacer todo lo que quieras, podés elegir, podés cambiar"...

Y ahora estoy leyendo dos libros, sucede que no puedo terminar el primero, raro en mí, y no me resistí a empezar el segundo, que es un regalo de Navidad. Me lo obsequió una nueva amiga, reciente ex autoridad, que pensó en mí y me terminó de abrir las puertas a un filósofo que me dio bastante de hablar: Jacques Derrida. Un libro que habla, entre líneas, sobre la herencia, cómo nos influencia el pasado, y, a simple vista, de diferentes tipos de escritura de ciertos personajes míticos que nos demuestran que sin importar cuántos años pasen entre medio de algo, todo vuelve, todo se redescubre, y tal vez, nada se inventa. El libro dejado al costado por unos días, es uno de Saramago, que con su estilo frenético de escribir me aturde y me hace pensar demasiado de lo posible para mí en estos días estancada en el limbo ocupacional.