martes, 24 de julio de 2012

¿Autoconservación ó autodestrucción?


De GG saqué que Matarse no es morir; no sé si el humano comprende realmente morir, siquiera cuando se mata e, incluso, cuando se habla de "hacerse matar" se pone el instinto autodestructivo en primera instancia. Además me sugiere que, si vos te hacés matar y tu mente te hace creer -porque tiene esa capacidad me parece- que fue un accidente, que no lo hiciste vos, incluso la muerte, en sí, no la "matada" tendría menos peso. Menos culpa.De hecho sería antiético asumir el instinto de autodestrucción así que un suicidio de esa forma te privaría de la posibilidad de utilizar el de autoconservación, que es menos usual pero mejor visto. En realidad todos somos culpables de nuestra propia muerte, me perturba tanto el desdoblamiento de la mente, porque uno puede pensarse, responderse. . No todos, obvio, pero a veces matarse no incluye morir. Me parece que no tenemos un pensamiento crítico y analítico de la finitud. Pensamos demasiado en la infinitud. Nos destruimos a largo plazo x imbéciles pero, por ejemplo, si el plástico contamina, un porcentaje TIENE QUE ser de residuos medicinales que, al mismo tiempo, fueron hechos para conservanos, para salvarnos, para alejarnos de esa apestosa muerte. En fin, somos unos cagones, una especie cagona. Está bien, las otras especies no le temen a lo desconocido me parece, no tienen noción de lo desconocido, lo viven directamente, nosotros lo pensamos y no lo vivimos.

jueves, 19 de julio de 2012

Uno más


Un hombre. Empezar desde el final, usar gerundios o infinitivos y construir algo políticamente incorrecto para contar algo humano, de eso se trata. Algo imperfecto no puede si no engendrar cosas más perfectas. Un bulto: hay una avenida muy importante que deviene en una calle muy oscura, que bordea una plaza, que a la vez bordea la estación de trenes de Primera Junta, en Buenos Aires. Esa plaza tiene una calesita muy linda que suele estar apagada -o que casualmente cada vez que paso lo está- y la mayor parte del piso es de cemento. Como si fuera poco está enrejada y tiene como banquitos -también de cemento- del lado de afuera muy poco usables. Es un clásico, tradición porteña, la plaza y el hecho de que la calesita no destelle. Hoy, uno de esos banquitos tenía un bulto azul; indefinido. Desde bastante-lejos parecía una bolsa de residuos, mirada más de cerca un bolso olvidado... pasó un hombre con dos perros y los tres lo ignoraron, pasó una mamá con su bebé en cochecito y también lo ignoró, de hecho la alevosía con que ella esquivó la cosa me inquietó, consideré incluso cruzar de vereda por temor. Ellos podrían, también, ser indefinidos -por elección mía. Lo son, en verdad, por no haber mirado. Por ver sin mirar, porque ese cliché en este caso no es vano: ese bulto era un hombre. Un potencial, un humano, perdido. Uno más, entre todos, entre tantos, que no pudo. Un hombre aplastado con el mundo, que huele igual de mal que él que se ve igual. Que huele igual de mal que la mujer que lo esquivó y que los perros que ni siquiera lo olieron, como acatando la orden divina de su amo de no dejarse tentar ni por el hambre, el olfato o la lástima primitiva del que está mejor. Un hombre deconstruido. ¡Ese bulto era un nombre!. Volviendo, ¿cómo pudo esa mujer esquivarlo así? Hay que entenderla porque dando esos pasos al costado salvaba a su hijo de algo tremendo (y acá me es imposible zafar del cliché),de un hombre sin trabajo que posiblemente ahogó su mediocridad en vino antes de dormirse en la vereda de esa plaza que lejos está de ser la diversión que ella pretende sea para ese bebé. Lo esquivó y, entonces, evitó que su nene se contagie, capaz su sobreprotección la salvó a ella también de esa lacra , del varón vago con olor a transpiración y a no me baño hace mil días. . Afortunadamente, como decíamos, esa mamá salvó a su crío de la realidad. Por un rato que tal vez tenga eco en otros, ergo un par de ratos. Pero quiero ver qué mierda hace esa mina cuando su bebé quede quebrado a la buena de la noche por no tener ni el recuerdo inconsciente de la realidad. Cuando ese bebé se haga por el peso de sus ideas y se convierta en un observador más. No es orgullo lo de esa tipa, es necedad. Aunque suene fatalista, espectadores sobran. Sobramos, somos puro bulto. Casi toda la humanidad es el puro bulto necesario para que algunas neuronas nos dejen algo que valga la pena. La gente no hace nada y yo tampoco. Pero me niego a ser gente.Me odio siendo una que mira, pero simplemente no sé qué hacer. Me salva la culpa el recordar a los que ni siquiera comprenden que ese bulto es igual a todos. Bulto desafortunado cuyo mayor esplendor probablemente no comprenda, cuyo mayor logro sería caer en las manos de un buen escritor que le dedique una buena historia, que le invente un pasado, un futuro, al menos un alma. En cambio cayó acá, en un pozo de indignación, en mí. No tengo fuerza para ponerme en su lugar pero la culpa no me dejaría dormir si no le dedicara un rato de mi existencia. La realidad es a nosotros como el sujeto a cierta literatura: la sacamos por la puerta y entra por la ventana. Era un hombre, era un pedazo, una protuberancia azul del cemento gris. Un horror, para nada error. Un mal necesario, la otra cara de esta moneda e igual de real que los perros que pasaron antes que el bebé. Cómo llegamos a natualizar que un hombre viva en una plaza, no lo sé. Pero tampoco me espanto de ver un perro con botitas y mucho menos me horrorizo de los movimientos para conseguir medicina gratuita para mascotas. Supongo que es amargura, ya no me espanta nada, no hay sorpresas porque todo es más de lo mismo, todo es igual de real. Si bien se mezcla un poco el culo con la comisión de fomento, el tipo que paseaba los perros tuvo una actitud similar a la mujer con el bebé: apuesto mi vida a que si los animales se paraban a mear el arbol más cercano al hombre no los dejaba, porque pasó a su lado muy rápido, lo miró con asco, ni los dejó olerlo. Son tantas las cosas desconocidas y tantos los problemas cuyas soluciones se escapan como infinitos horizontes que las opciones nos taran. Pero que se escape la con(s)ciencia es fatal, es lo que nos consume, no como sociedad capitalista, me chupa un huevo la política, la ideología y la mar en coche: somos todos la misma mierda, somos todos hombre ¿tan dificil es de entender? Ese es el peor tipo de ignorancia y olvido: el que hace que pueda escribir esto desde mi propia computadora, con el calefactor prendido, con una taza de café con leche al lado y las piernas en otra silla mientras en la-esquina de-la-cuadra en la que está-el-edificio en el que está-el-departamento en el que vivo haya una familia revisando la basura. La semana pasada tuve que perder tiempo en un MC DONALD'S, debía entregar un sobre a las 14hs. y llegué con treinta minutos de sobra, así que me pedí un café y me senté a leer: estaba en plena descripción de la barbarie (Facundo, de Sarmiento) cuando se acercan dos nenas de no más de 12 años cuya belleza es tan real como la mugre que tienen pegada. Evidentemente no gozan de una vida como la de cualquier lector de esto. Cuestión que empezaron a pedirnos monedas a todos mientras hacian comentarios sobre lo que estábamos consumiendo y el posible precio pagado por eso, a mirarnos de arriba a abajo nuevamente y a insultarnos, fueron a pedirnos y a odiarnos. Bajaron al piso de las cajas y regresaron con una gaseosa cada una, a seguir opinando. No sé cómo terminó la historia porque mi alarma sonó y continué mi ruta, pero me sorprendió el comentario general de la gente que me rodeaba y que también se percató de esas nenas: "mirá lo lindas que son, una lástima". Esas nenas, en ese momento y para los que compartieron ese espacio y tiempo, eran menos merecedoras de esa mierda de vida simplemente por tener caras bonitas. Es cierto, son dos muñequitas pero no están peor o mejor su condición animalizada según sus rasgos. Fue brutal, pero el miedo de la gente disminuyó porque eran dos nenas lindas, el asco de les passants se potenció porque el bulto era un tipo. Y, no viene mal repetir para fijar, recalco que odio ser observadora. Me llena de impotencia pero no estoy segura de que mi mirada sea una opción, no sé si soy lo suficientemente fuerte como para transformar eso en algo más que palabras. El peso de mi realidad, de mi comodidad tiende a ser más que el ajeno. Oscilo entre lo activo y lo pasivo, entre la pasividad observadora con algo de retórica decorativa y entre el movimiento de cambio, el activismo . No estoy segura de si creo o no en el determinismo, pero por ahora dejaré que la vida haga lo suyo por esta noche. (No me pregunten por qué mierda sale todo amorfo si cuando lo escribo en el editor de entradas le pongo onda, espacios, etc.... además de eso, no lo releí entero, me cansé de leerme antes, así que debe tener horrores errores)

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