jueves, 8 de diciembre de 2011

¿Es mejor estar con Teresa o quedarse solo?

Yo no quiero ser Teresa, no quiero ser Sabina, pero es insoportable el deseo, el deseo, el malestar, el deseo. El deseo, repetir repetir repetir, sin comas sin números, repetir para entender. El deseo, Sabina y su insatisfacción, Yo y mi afán de palabras. El tiempo, insano tiempo. Me lastima, me está asqueando, me hace mal, me hace mal. Que no pase, o que pase escrito. Escribite, necesito saber porque el deseo es muy fuerte.
Morbo, mucho morbo, mucho masoquismo, mucho tiempo. Veinte, años, meses, días, meses, cinco, doce, son cosas significativas para mí. Para mí y para mi deseo. No quiero que ese chico sea Tomás pero (creo que) irremediablemente es similar, muy. Pero yo también, yo solía serlo.

¿Solías, con quién cenás hoy?
No, yo tampoco tengo remedio, pero no lo quiero Tomás, yo puedo dejarlo, puedo dejar mi deseo, hacerlo a un lado, escupirlo y pisarlo pero necesito que él tenga el suyo, conmigo, de mí, hacia mí. Necesito -quiero- que me desee, que le resulte insoportable como me pasa a veces a mí. Por el tiempo y la mente. Y la mente que desea y que quiere, mi mente, mi mente quiere tiempo escrito.


"...Daban pasos de baile al sonido del piano y el violín, y Teresa apoyaba la cabeza en su hombre. Así tenía la cabeza cuando iban en el avión que los llevaba a través de la niebla.Sentía ahora la misma extraña felicidad y la misma extraña tristeza que en aquella ocasión. Esa tristeza significaba: hemos llegado a la última estación. Esa felicidad significaba: estamos juntos. La tristeza era la forma y la felicidad, el contenido. La felicidad llenaba el espacio de la tristeza..." M.K. La insoportable levedad del ser

(ojalá mi blogger anduviera bien como para citar en debida forma)

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